
Voy a proponerles un ejercicio de imaginación, que probablemente muchos de ustedes, si han acudido a
este blog por estar interesados en la ciencia y la astronomía, ya habrán realizado en algún momento.
Traten de imaginar el tamaño del Universo. Tómense su tiempo
(ahora mismo, si lo tienen). Piensen en
todas las estrellas que hay ahí afuera, en todas las colosales galaxias con miles de millones de estrellas cada una, en el espacio interminable que separa a cada una de estas, en los cúmulos de galaxias, en los filamentos que entrelazan el universo y su estructura a gran escala. ¿Bien? ¿Han conseguido obtener una imagen
(probablemente abrumadora) de lo inmenso que es el universo? Bueno, pues resulta que tengo malas noticias:
no han estado ni cerca.
¿Piensan que es injusto que les haya dado solo una oportunidad de utilizar su imaginación? Pues bien, pueden intentarlo nuevamente si desean. ¿Quieren tomar todo eso que han imaginado previamente y llevarlo al doble de tamaño? Malas noticias: aún ni cerca del tamaño del universo. ¿Multiplicar ese tamaño por cien? ¿O por mil, o por un millón, o cientos de miles de millones de veces? Adivinen: ni cerca aún.
Y resulta que cuando se trata de imaginar algo tan inmenso como lo es el propio universo, nuestra imaginación se queda corta en exceso. Lo mismo sucedería si tratásemos de imaginar algo tan pequeño como lo es un núcleo atómico, o un evento tan caótico y energético como una
supernova o el mismo
Big Bang.