Homeopatía: la dilución de la medicina y el agua olvidadiza

He aquí con ustedes un nuevo artículo, de esos bien polémicos (si, son los que más disfruto escribiendo) y que hacen desatar la furia irracional de ciertas personas. Seguramente no de aquellos que entran a leer mi blog por gusto, que suelen ser personas racionales y que comparten, en diversos sentidos, mi forma de pensar; pero si de aquellos que entran solo para dejar un improductivo y generalmente insultante comentario cuando se divulgan ideas que se contradicen radicalmente con sus ilusorias creencias.

En esta ocasión voy a contarles acerca de la pseudociencia más peligrosa que existe, del timo más dañino y perjudicial que pueda concebirse: la homeopatía. ¿Por qué digo todo esto? Como saben, existen muchas pseudociencias (o falsas ciencias) que carecen por completo de evidencias, racionalidad e incluso sentido común. Tomemos como ejemplo la astrología: sabemos que es un conjunto de patrañas y mentiras, sabemos que es irracional y que la disposición arbitraria de cientos de estrellas distantes no tienen ninguna clase de influencia sobre la vida de las personas. La astrología es un fraude, ¿pero es peligrosa? Bueno, excepto que tu horóscopo diga que si eres Sagitario debes suicidarte y tú tengas la carencia de masa cerebral suficiente como para hacerlo, no es una pseudociencia peligrosa. La homeopatía, en cambio, en su intento de reemplazar a la medicina convencional, puede ser muy peligrosa y dañina; especialmente en personas con afecciones graves que dejan de recurrir a la medicina tradicional por su creencia en la homeopatía.

Pero vamos de a poco, porque ya estoy empezando a descargar mi ira sobre esta pobre pseudociencia y todavía ni hemos visto de qué se trata. ¿Qué es la homeopatía? Básicamente, es una medicina alternativa que sustenta su funcionamiento en una serie de principios absurdos, carentes de sentido y sin ninguna base científica. Los dos principios básicos de la homeopatía son los siguientes:

• Lo igual cura lo igual: para encontrar una cura hay que buscar una sustancia que cause los mismos síntomas que uno está sufriendo. Siguiendo este principio, uno puede hacer un medicamento homeopático de prácticamente cualquier cosa: una planta, un mineral, un animal, una toxina, veneno de serpiente, radiación, mostaza y un casi infinito etcétera.
• Dilución extrema: cuanto más se diluya un cierto remedio, más eficaz se vuelve y aumenta su potencia curativa, siempre y cuando se haga la dilución de una manera determinada.

Teniendo estos principios básicos tan lógicos de su lado, ¿cómo podría fallar, verdad? Bueno, dejando el sarcasmo de lado, veamos cómo funciona el proceso de creación de un medicamento homeopático.

Muchas botellitas de agua, vendidas como medicamentos a precios desorbitantes.

Lo primero que se hace es tomar la sustancia a diluir, cuyo compuesto activo supuestamente traerá la cura a la enfermedad y que como dijimos antes puede ser prácticamente cualquier cosa, dependiendo de la enfermedad. Entonces se inicia un proceso que puede resumirse sencillamente de la siguiente manera: diluir la sustancia original hasta que, literalmente, no quede absolutamente nada de ella.

El método que se utiliza se denomina “dilución en serie”, y lo que se hace es mezclar una gota de la sustancia original con noventa y nueve gotas de agua; después la mezcla se remueve y agita violentamente a través de una máquina preparada para ello. Esto da como resultado una solución llamada 1C, que significa una parte entre cien del compuesto activo. A continuación se toma una gota de la solución 1C y se procede a disolverla nuevamente en otras noventa y nueve partes, dando como resultado una solución 2C. A esta altura, solamente se encuentra una parte entre diez mil de la sustancia original. Pero la ridiculez de este principio disparatado no termina aquí, porque los homeópatas siguen diluyendo la sustancia. En una solución 6C la medicina ha sido diluida mil millones de veces, lo cual es equivalente a una gota de la sustancia original diluida en veinte piscinas olímpicas. Pero el absurdo no termina aquí. En una solución 12C, la sustancia ha sido diluida de tal manera que equivale a una gota de la sustancia original en todo el Océano Atlántico. Pero incluso esto no es suficiente para la mayoría de los medicamentos homeopáticos, dado que la dilución habitual es de 30C, un nivel de dilución tan astronómico que si diluyéramos una gota en todos los océanos del planeta nos daría una solución mucho más concentrada.

La homeopatía nos dice que una gota de esta solución increíblemente diluida mezclada en una píldora de azúcar puede curarnos como si fuera un medicamento tradicional. El problema principal con esto es que la química nos dice que una sustancia puede ser diluida hasta un cierto límite, hasta el punto en que solamente queda una única molécula de la sustancia original; si se diluye una vez más después de ese punto, entonces eso haría desaparecer esa última molécula y, consecuentemente, a la sustancia. Y eso es precisamente lo que ocurre con la homeopatía: la disolución es tal que existe menos de una posibilidad entre mil millones de encontrar una simple molécula de la sustancia original en el medicamento. La ciencia y la medicina moderna han demostrado que los medicamentos convencionales tienen su efecto curativo porque las moléculas de los compuestos actúan con nuestro cuerpo, de tal forma que si no existe ninguna molécula, como sucede con los medicamentos homeopáticos, rotunda y definitivamente no hay ningún efecto.

Dilución de 30C, más diluido que una gota en todos los océanos del planeta.

Pero la controversia es todavía más intensa. Los homeópatas son totalmente conscientes de que sus medicamentos no contienen ni una sola molécula del componente activo, que las medicinas que comercializan están compuestas únicamente de agua. Entonces, ¿cómo hacen para justificar que sus medicamentos funcionan y curan a las personas? Simplemente se buscaron la justificación más ridícula que pudieran haber concebido: el agua tiene memoria. No, no es una broma: los homeópatas justifican sus falsos medicamentos afirmando que el agua “recuerda” al compuesto activo y por eso retiene sus efectos. Por supuesto, no existe ninguna clase de evidencia ni sustento lógico para tal afirmación, y se contradice radicalmente con todo lo que conocemos científicamente sobre física, química y medicina.

Sin embargo, aunque está científicamente demostrado que la homeopatía no funciona, hay muchísimas personas en el mundo que recurren a los medicamentos homeopáticos y afirman que estos les funcionan. ¿Cómo se explica esto? La respuesta se encuentra en el extraño y poderoso efecto placebo. Los médicos saben desde hace tiempo que hay pacientes que se curan con pastillas que no contienen ningún medicamento activo, solamente azúcar común; esto es lo que se denomina placebo. La clave del efecto placebo reside en el hecho de que el paciente realmente crea que la píldora está curando o mejorando su salud. Por el solo hecho de creer esto, se producen diversos mecanismos mentales y liberaciones de endorfinas en el cerebro que reducen los niveles de estrés y mejoran la salud. Y es este efecto fisiológico lo único que se produce realmente cuando se consume un medicamento homeopático, el mismo efecto que se produciría con la toma de un placebo, un caramelo de menta o un vaso de agua, siempre que estemos convencidos de que ello nos curará.

Diferentes tipos de placebos, en forma de cápsulas y pastillas.

Hasta el momento he comentado acerca de muchos datos y detalles de la homeopatía, y porqué científicamente no puede funcionar, pero todavía no he hablado de ningún experimento concreto acerca de esta pseudociencia. Fue en el año 2002 cuando se realizó el experimento definitivo para demostrar si la homeopatía funcionaba o no. La mente iluminada a cargo del proyecto fue el escéptico, enemigo de la parapsicología y siempre genial James Randi, quien desde el año 1996 ofrece a través de su fundación un millón de dólares a cualquier persona que logre demostrar afirmaciones paranormales en condiciones controladas de experimentación.

Lo que se realizó en el experimento fue llenar diez probetas en un laboratorio, cinco de ellas con una sustancia homeopática (se utilizó histamina como componente) diluida en agua, y otras cinco probetas simplemente con agua diluida en más agua (a estas últimas se las denomina “probetas de control”). Entonces un científico realizó todos los procedimientos homeopáticos regulares, removiendo las sustancias y diluyéndolas hasta el grado 5C, a todas las probetas por igual. A continuación un catedrático se encargó de marcar las probetas y anotar confidencialmente cuales de ellas contenían la solución homeopática y cuales solamente agua; el informe fue guardado en un sobre y sellado para evitar que se filtrase la información. Para seguir con el experimento, un científico diferente continuó diluyendo las sustancias de todas las probetas por igual, sin saber cuáles contenían la solución homeopática y cuáles agua, hasta llevarlas al grado 18C. Como resultado se obtuvieron 40 probetas, ninguna de los cuales contenía ni una sola molécula de histamina; la ciencia convencional afirmaría que las 40 probetas eran idénticas, pero si los conceptos de la homeopatía fueran ciertos, al realizar los análisis deberían encontrase diferencias entre unas y otras.

Lo que se realizó a continuación fue aplicar una gota de cada una de las probetas a una muestra de células humanas vivas. Luego, dos científicos por separado y en laboratorios distintos, utilizaron aparatos de alta tecnología para analizar las muestras, midiendo cuantas células habían sido activadas por las diferentes soluciones y reaccionado ante ellas. Una vez finalizados los experimentos y tras un riguroso análisis de los resultados, finalmente se determinó y confirmó que el agua homeopática no tenía ningún efecto distinto al que tiene el agua común. No se encontró absolutamente ninguna evidencia que constatase la existencia de alguna diferencia entre la solución de agua normal y la solución con histamina. Concluyentemente, la homeopatía no funciona.

James Randi, el genio que probó definitivamente la ineficacia de la homeopatía.

Es tal el grado de certeza que tenemos los escépticos y divulgadores de la ciencia de que la homeopatía no funciona, que actualmente se están organizando en ciudades de diversos países los denominados “suicidios homeopáticos”. Como bien sabemos, un medicamento tradicional produce su efecto curativo al interactuar con nuestro organismo, pero una dosis elevada de dicho medicamento puede traer consecuencias negativas. A nadie se le ocurriría tomarse una caja entera de un medicamento, sabiendo que puede ser muy contraproducente e incluso llegar a provocar la muerte. Y eso es justamente lo que realizan especialistas de todo el mundo en los suicidios homeopáticos: se consumen cajas enteras de medicamentos homeopáticos en un solo instante, tras lo cual no sucede absolutamente nada, demostrando el efecto nulo de dichos medicamentos en nuestro organismo. Sin duda, un método sumamente original para demostrar, de una vez y para siempre, que la homeopatía es física, química y medicamente imposible, que no tiene efecto alguno sobre nuestro organismo y que en los 200 años que lleva timando a los consumidores no ha logrado curar absolutamente nada.

Fuentes:

• Una parte de "Homeopathy: The Test (BBC Horizon)", una parte de este artículo del blog "El Retorno de los Charlatanes" y una parte de la entrada de Homeopatia en "Wikipedia", diluidas en 97 partes de mi cerebro.