El 21 de Julio de 1969 fue una fecha que marcaría un antes y un después en la historia de la humanidad. Fue ese día cuando
el ser humano se convirtió en la única especie de este planeta en poner un pie y caminar sobre un cuerpo diferente a la Tierra. La primer especie que evolucionó y logró desarrollar una inteligencia tan impresionante que le permitiría
salir de su planeta de origen, conquistar el espacio e incluso andar sobre la superficie de otro cuerpo celeste, en este caso el satélite natural de su propio planeta. Pero como sucede con todas las especies, entre los humanos existen especímenes con menos sentido común, menos inteligencia y menos escrúpulos; y en el tema que nos compete, esos especímenes son denominados
“conspiranoicos”, creadores de
las más ridículas teorías conspirativas sobre la llegada del hombre a la Luna.
Debo admitirlo, me abruma un poco cuando aquellas personas que considero
“pensantes” me preguntan si el hombre realmente llegó a la Luna, sobre todo cuando
ante mi indudable respuesta positiva (si, es un hecho, llegamos a la Luna) empiezan a desplegar una serie de
planteos y cuestionamientos conspirativos, sin razonamiento alguno, que sólo repiten porque los han escuchado o leído en algún lado, sin el mínimo intento de hacer un análisis crítico de los mismos. Y entiendo perfectamente porque lo hacen, entiendo que las teorías conspirativas pueden resultar atractivas, simples, incluso divertidas. Pero personalmente,
no encuentro para nada divertido el intento de denigrar el logro más importante de la humanidad con hipótesis ridículas. Es por eso que finalmente me he decidido a escribir un artículo al respecto, para exponer de forma correcta
las muchas pruebas y evidencias que tenemos de nuestra innegable presencia en la Luna, y al mismo tiempo
refutar los argumentos que más frecuentemente se usan en la teoría conspirativa.